Y hoy quisiera Señora poder vestirte, como cuando visto mi Consolación, la que sana y cura las heridas de mi alma, déjame vestirte Madre, como cuando acaricio las manos de mi Rosario, déjame vestirte como en los momentos de Soledad en las clausuras jerónimas, como en la Amargura radiante de tu Divina Comendadora. Déjame vestirte con la elegancia de un río Darro que llora ante tus Maravillas, y con la majestad de la Alhambra que se arrodilla por tus Dolores.

Déjame vestirte y adornar tu Dulce Nombre, déjame resaltar con la gracia que Dios me dio el brillo de tu Estrella Albaycinera y la candidez de la que se hace Novia en el Realejo. Déjame vestirte Madre, y que alivie con mi ternura tu Mayor Dolor, tu Amargura entre olivos del Santo Reino, y resalte la elegancia de mi Reina Accitana. Déjame vestirte de Salud y Esperanza, para recibir a los que se fueron, y ahora viven en mi alma.

De la II exaltación mariana a la Purísima Concepción – Patrona de Talará

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sábado, 19 de enero de 2013

22 AÑOS CONSOLANDO A GRANADA

22 años consolando a Granada... Llenando de paz de y de amor esta tierra que desde aquel glorioso 19 de enero de 1991 ya no puede vivir sin el amparo de su Sagrada Protectora. Gracias Madre, un año más celebramos este Aniversario con la alegría de sabernos tus hijos, de estar a tu lado y de recibir cada día y de tus manos tantos favores y tantos dones.

Han pasado 22 años desde que Don Fernando Sebastián, Arzobispo Coadjutor de Granada, derramara sobre tu Excelsa Imagen el agua bendita y te impusiera la corona de Reina que tus Hijos de tu Hermandad habían labrado en plata para Tí. Tu Hijo te esperaba desde 1520, con la alegría de poder contemplarte, pues bien sabía que el 26 de noviembre de 1990 llegaría a Granada y a su Monasterio Franciscano del Santo Ángel, la más bella flor que llenaría de color esta Tierra de María Santísima.



Tu Hermandad te esperaba, tus hijos ansiosos contaban los minutos para poder verte, pues desde noviembre sabían que estabas aquí, custodiada y cuidada con amor por tus Religiosas Clarisas Franciscanas del Santo Ángel Custodio, quienes serían desde entonces tus camareras perpetuas. Sólo unos poquitos tuvieron el privilegio de ir a recogerte a Sevilla, tu tierra natal, desde donde viniste custodiada por el amor y la protección de aquéllos que nos trajeron a Granada la salud de de nuestras almas, en aquella larga procesión que cruzó Andalucía para traerte a la tierra de la que serías para siempre Madre y Protectora. Qué momento tan hermoso para la historia de Granada cuando aquella madrugada del 26 de noviembre salió el sol en la calle San Antón, cuando tus hijos te descubrieron en el zaguán del Monasterio y toda la Comunidad Clarisa te recibía cantándote la Salve y repicando las campanas, pues había llegado a su casa, por fin, la Reina y Abadesa del Santo Ángel Custodio, la Señora del Lunes Santo, la Madre del Sagrado Protector de Granada y el Amparo de nuestros corazones. Lágrimas en los ojos de aquellos hermanos que estaban escribiendo una página de oro para la Semana Santa de Granada. Tras la Salve entraste con honores de Reina y descansaste en la Sala Capitular del Monasterio, donde tus Hijas Clarisas te confeccionaron y vistieron con tus primeras enaguas. Pasaban los días lentamente y la Hermandad se preparaba para vivir uno de los momentos más hermosos de toda su historia, tu solemne bendición.

El 19 de enero llegó, y con él, el culmen de tantos anhelos. El presbiterio del Santo Ángel lleno de flores estaba presidido por la Imagen más bella del mundo, una gran Reina vestida impecable por su escultor Antonio Joaquín Dubé de Luque, pero una Reina sin corona, que a los pies de su Hijo nos miraba y nos decía "Haced lo que Él os diga", que nos invitaba a la conversión y a vivir en la fe de Jesucristo, su Hijo, Señor de nuestras vidas. Una gran celebración eucarística convocada por María una vez más, y presidida por el Arzobispo Coadjutor de Granada, en la que éste derramaría sobre la hermosa Imagen el agua bendita para que pudiese recibir la veneración y el culto debido. Las gotas de rocío del cielo se derramaron sobre el manto y sobre las manos de aquella Imagen que desde entonces y ya para siempre es y será LA CONSOLACIÓN DE GRANADA. Muchas lágrimas se derramaron en aquel momento junto al agua bendita, y es que Madre sólo hay una... Cómo no iban a llorar tus hijos Señora, si nos das la vida con sólo mirarte, si el poder tocarte es tocar el mismo cielo, si el poder besarte es besar la obra más perfecta e inmaculada de Dios, si el poder rezarte es poder hablar con el mismo Dios a través de su Madre. ¡Bendita y alabada sea la hora en que llegaste a Granada para ser honrada y venerada! ¡Benditas sean las manos de aquél siervo de Dios que derramó sobre tu Imagen el agua de la vida! ¡Y bendito sea aquel hijo tuyo que, contemplándote ya aquí en la tierra, quiso que bajaras del cielo para quedarte en Granada!.

Tras la solemne bendición, llego la imposición de corona. Tu humildad fue premiada en el Cielo con corona de Reina, la que aquí quisieron labrar en plata y sobredorar los hermanos del Santo Cristo de San Agustín para coronarte y reconocerte como Reina, como Madre y Señora Nuestra de la Consolación, como Madre de toda la Iglesia y como modelo perfecto al que aspiramos a ser. Don Fernando colocó sobre tus purísimas sienes la corona de amores con la que cada Lunes Santo vas a visitar a tu pueblo. Momento de recogimiento, de reflexión y contemplación del Misterio de Cristo en María, que quiso que todas las generaciones La llamaran Bienaventurada. Una de las celebraciones más solemnes y hermosas que ha vivido la Semana Santa de Granada, y que quedó para siempre escrita en páginas de oro, y grabada a fuego en el corazón de los hermanos que presenciaron el acto y asistieron a dicha Eucaristía.

Diez años antes nací en Granada, en el seno de una familia cristiana, que me bautizó en la iglesia parroquial de la Purísima Concepción de Talará del Valle de Lecrín, y que me enseñó a amarte como Madre en tu Purísima e Inmaculada Concepción y en tus Angustias al pie de la Cruz, así como años más tarde en tu Perpetuo Socorro. Pero no fue hasta que Te encontré que comprendí el sentido de mi vida... Yo nací para quererte Señora, yo nací para ensalzarte, yo nací para cuidarte... Yo nací para cantarte, para rezarte y venerate, yo nací Madre el día de tu Asunción para mirarte y enamorame, para adornarte y bien amarte... Yo nací para vestirte, y para gritarle al mundo entero, que eres Tú, CONSOLACIÓN, la Reina de mi vida, la Dueña de mi fe, el Lecho de mis sueños, la Fuente de mi inspiración, la Salud en mi enfermedad, el Refugio donde me guardo, el Consuelo al cual me aferro, mi Esperanza cierta y mi Alegría, la Abogada que me juzgue, la Madre que me perdone, el Amor que me abrace...Yo nací Señora para ser tuyo, y en tu regazo quiero vivir, y cuando mis días terminen, en un suspiro tuyo morir.

1 comentario:

  1. Mucho arte y mucha devoción veo en este blog :-) Felicidades.

    Te invito al mío por si te es de ayuda en tu crecimiento interior y para "contraatacar" a aquellos que no entienden tu fe.

    http://frasesdedios.blogspot.com.es/

    Un abrazo en la luz del Creador.

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